Monday, February 11, 2008

De cómo el sustantivo Lynch se convirtió en adjetivo -o la paranoia es un rotavirus-

I.-

Tenemos más de una maratónica semana viendo Twin Peaks de David Lynch (1992). Esta serie ha desatado, en su continuidad subjetiva, muchos pensamientos -paranóicos en su totalidad-; Miradas, lenguajes corporales, colores y sonidos sospechosos. Todo es culpable a menos de que se demuestre lo contrario. Kafkiano. Nervioso. Apocalíptico. De un día para otro metamorfosearse en la fantasía criminóloga. Nos convertimos en detectives personales del mundo -adjetivaría privacidad pero no es enajenamiento mundano sino una sensación porosa y/o celular-. ¿Por qué siempre hay carros en el minimarket de la esquina cuando éste ya ha cerrado? ¿Por qué ese señor en el auto vecino me miró cuando el semáforo en rojo? ¿Por qué la vecina se mete a la casa de la otra vecina con un bowl cubierto por una servilleta? ¿Por qué los militares van camino al mar a la casi medianoche? ¿Por qué tantos vidrios ahumados? ¿Por qué la vecina nos ofreció cortinas de encaje nejo con el pretexto de los grandes ventanales del depa? ¿Por qué? Apenas terminamos de ver la serie para involucrarnos en los verbos de la vida y sentimos la voz de Lynch cuando dice cut en las escenas del imaginario. Continuamos en un Twin Peaks que se sale de la irrealidad aparente para seguirnóslo contando. Para recrearlo, apropiárnoslo a un ritmo que, lejos de oscurantismo, está lleno de luces y de estéticas poco comunes. La alquimia del peltre depurada tantas veces que el peltre, de tan peltre, se vuelve un metal precioso.


II.-

Salida de las sugerencias al poemario de Miriam -en su cumpleaños-, vamos a la celebración a posteriori en Patines de Plata, una pista de patinaje sobre ruedas con música 70's/80's y un instructor en sus shorts -estilo chanfle- y de bigotito apenas delineado es personajizado por mí. Luego le digo a Lore y juntas nos deleitamos en un continuo reir mientras la cumpleañera se desliza en sus patines. El instructor tiene un subalterno como de setenta años, y ambos llevan silbatos porque son la policía de la pista. A mí ambos me parecen exquisitamente sospechosos. Culpables de un potencial crimen que aún nadie descubre, ni siquiera ellos mismos. El fin: Lore se despide para ir a la quinceañera de una prima. Pero no sabe que la he contagiado de mi herpes mental, diciéndole que todo me parece muy lyncheano. Todos pueden ser el asesino de no sé que cosa. Un crimen indefinible, inimaginable, un crimen que no ha ocurrido. Pero todos son culpables.


III.-

En el messenger:

Lore me cuenta su noche rara en el quinceaños triste de su prima. Un festejo más lacrimoso de lo que se esperaba. Raro.

Lore said:

Toda la gente ondeada. Sus amiguitos empezaron a irse. Y ya, llegó un tío y la sacó a bailar. Y ya, todos nos pusimos a bailar. Tres canciones y a'í se ven. Me fui al shop. Bien saico.

Miss Melmac said:

Lynch day. Guest star: La Lore.

Lore said:

De eso me acordaba jajaja.



IV.-

Nos preparamos para recibir a los Ramírez-Pimienta-Granola. Quiero jotqueis pero debemos esperar a los invitados. Llegan acompañados de Don Marcos. Omar ya comió. Don Marcos comerá algo. Marcela comerá de nuevo. Nosotras con hambre. La sugerencia de ir a los tacos de pescado: Los Cabos. 11$ el taco de pescado incerrable de tan retacado. La Lore llegará al rato, dice Omar después de colgar en su cel. Pregunta que cómo están las cosas aquí; si es verdad que está cabrón. Les cuento que estoy paranóica. Nunca había sentido un ambiente tan denso y una sospecha colectiva tan sospechosa y tan colectiva. En Tijuana puedo caminar sin rumbo. Sin pensar en los peatones ni los coches. A veces imagino que es más la leyenda urbana. Aquí se siente como si todos los habitantes hubiesen poblado el lugar porque venían huyendo de algo. ¿Un qué? Un algo. ¿En Monterrey las cosas están así? Pues mi hermana me dijo que acaban de secuestrar a uno de la avícola de la colonia. También me enteré -procuro leer los periódicos- que una mujer intentó matar a sus tres hijas pero sólo mató a la más pequeña de ocho; luego se suicidó. La charla no se acaba con la comida y entonces Marcela me pregunta que qué onda con los asesinos de clase media alta o de clase alta, tan peculiares en Monterrey. Le digo que es raro. Todo es raro. Llegamos a casa con la promesa de googlear las imágenes de los jóvenes criminales. Entonces hago gala de mis conocimientos de serial killers en la historia. De Jeffrey Dahmer, Andrea Yates, pasando por Santoy y ahora Magda, la mujer de Hualahuises, Nuevo León que mató a su hija menor. Buscamos la noticia para ser más verosímil y nos encontramos con un encabezado que sucita las risas pero las risas nerviosas por la ocurrencia del reportero: Temen haya más Magdas en Nuevo León.






Y cuando me desperté, la jenny todavía estaba ahí...