Con mil años de retraso, comparto el cuento Doméstica, que apareció en el pasado (¿presente?) número de la Revista Tierra Adentro (diciembre-marzo). Este cuento se desprende de un trabajo más extenso; por decir, un libro, por decir, nuevo. El cuento está dedicado (por torácicas y fangosas razones) a mi amigo más antiguo.
Saturday, March 23, 2013
break my body...
hold my bones hold my bones
Felices 25 al Surfer Rosa, no un disco sino una incubadora de virtuosos universos.
Thursday, March 21, 2013
Proserpina [extractos*]
“¡Oh, Cupido, hijo mío, mi arma, mi mano, mi
poder!, toma esos dardos con los que vences a todos y clava las veloces saetas
en el pecho del dios al que correspondió la última de las suertes en el reparto
de los tres reinos […] ¿Es que no ves que Palas y Diana cazadora han renunciado
a mí? Si lo consentimos, también la hija de Ceres permanecerá doncella […] Más
tú, en favor del reino al que los dos nos hemos asociado, si en ti hay afecto
por ello, une a la diosa con su tío paterno”, dijo Venus.
Él abrió el carcaj y por decisión de
la madre tomó de entre mil flechas una sola, la más acerada, la más segura, la
más dócil al arco y apoyando el arco en la rodilla, curvó el flexible cuerno y
clavó en el corazón de Plutón el gancho de la caña […]
Las ramas mantienen la frescura, la
humedad de la tierra, flores del color de la púrpura de Tiro; hay una primavera
perpetua.
Y mientras con la lozanía de su
juventud llena las cestas y los pliegues de su vestido y rivaliza con sus
compañeras en vencer en la recogida de flores, tan pronto como la vio Plutón,
la amó y la raptó; hasta tal punto se apresura el amor. La diosa, atemorizada,
llama a gritos lastimeros a la madre y a las compañeras, pero con más
insistencia a la madre y, como había roto la parte superior de su vestido, las
flores que había recogido cayeron de la túnica rasgada; y era tanta la
sencillez de sus años infantiles, que también esta pérdida trastornó su corazón
de doncella […]
Mientras tanto, la madre de
Proserpina, alarmada por la suerte de su hija, la buscaba en vano por todas las
tierras y todas las profundidades de los mares. Ni vio interrumpir la búsqueda
Aurora, que llegaba con sus cabellos húmedos, ni tampoco el lucero de la tarde
[…] Apenas la diosa lo reconoció, como entonces hubiese comprendido al fin que
había sido raptada, se mesó sus cabellos en desorden y se golpeó el pecho con
las manos repetidas veces. Ignora todavía dónde está; sin embargo, increpa a
todas las tierras, las llama ingratas e indignas de las cosechas a ella debidas
[…] con su mano despiadada rompió los arados que revuelven la tierra e
igualmente en su ira da muerte a los labradores y a los bueyes de labranza y
ordenó a los campos que no devolvieran lo recibido y corrompió las semillas. La
fertilidad de la tierra, conocida en el mundo entero, se convierte en falsa […]
Entonces la amada de Alfeo sacó su
cabeza de las aguas procedentes de la Elide, retiró sus cabellos que chorreaban
de su frente hacia las orejas y dijo: “¡Oh, madre de la doncella, a la que has
buscado por todo el orbe y madre de las mieses!, pon fin a tus inmensas fatigas
y no descargues tu violenta ira sobre una tierra que te es fiel […], bajo
tierra por el remolino de la Estigia, vi con mis propios ojos allí a
Proserpina. Estaba triste y el espanto no había desaparecido todavía de su
rostro, pero, sin embargo, es reina, es la soberana del mundo de las sombras,
es la poderosa señora del rey que gobierna los infiernos […]
(Ceres,) con el rostro sombrío, los
cabellos sueltos y furiosa, se presentó ante Júpiter y dijo:
“¡Oh, Júpiter!, como suplicante he
llegado a ti, por mi sangre y por la tuya. Si la madre no halla gracia ante ti,
que la hija conmueva el corazón del padre; y te conjuro a que no sea por ella
menor tu inquietud, porque haya salido de mi seno. He aquí que, por fin, tras
haberla buscado durante tanto tiempo, he hallado a mi hija, si tú llamas
encontrar a perderla con más seguridad o llamas encontrar el saber dónde está.
Soportaría el hecho de su rapto, con tal de que la devuelva; pues no mi hija,
sino la tuya, no merece tener por esposo a un ladrón.” Júpiter le contestó: “Tu
hija es para mí como para ti una prenda y una carga común; pero si conviene dar
el verdadero nombre a las cosas, esta acción no es ultraje, sino amor, y este
yerno no nos sonrojaría, si tú, ¡oh, diosa!, das tu consentimiento. Y
suponiendo que faltan otros títulos, ¡cuán grande es el de hermano de Júpiter!,
¿qué, pues, ya que no faltan los demás ni es inferior a mí si no es porque la
suerte lo dispuso? Pero si tienes tan gran deseo de separarlos, que Proserpina
regrese al cielo […]
(Júpiter,) mediador entre el hermano
y la afligida hermana, dividió con equidad el curso del año. Ahora la diosa,
divinidad común a los dos reinos, pasa con su madre tanto tiempo como con su
esposo. Al instante cambia el estado de su espíritu y de su rostro, pues la
frente, que antes podía parecer triste también a Plutón, está radiante de gozo
a la manera del sol, al que oscurecían unas nubes cargadas de lluvia, cuando de
ellas sale victorioso.
*Las Metamorfosis (Libro V), Publio Ovidio Nasón.
(Las fotos corroboran el regreso de Proserpina a la tierra, a mi cuadra)
Subscribe to:
Posts (Atom)