una vez que la ropa y los zapatos tienen nuestra historia. Que en ellos existimos igual a una bitácora. Imagino bajo esta sentencia que, efectivamente, las células muertas que antes en la piel ahora sobre tela sucia. Manchada de acontecimientos y percances. Ropa emocional. Que al lavarla escribimos otra historia como quien borra y escribe encima de la nejedad que antes blanca. El impregne de aromas que datan. Los dobleces. Las arrugas. Tela histórica. Ropamancia.
Creo en esto. En la ropa y su contención. Lo que la ropa contiene y lo que contiene a la ropa. La mía se la ha pasado en bolsas de plástico y maletas en el último año. Mi ropa no tiene un hogar ni un lugar fijo. Mi ropa aprende a no acostumbrarse mucho a un espacio. Ropa sabia que no se apega a un cronotopo. A veces tirada en el piso; otras, y con más suerte, dobladas en una maleta. En ninguna parte un cajón al cual deba llamarle hogar. Después de los veinte supimos que ese concepto sólo cabe en el imaginario.