I.-
Mi hermana está aquí. Y yo no me he bañado en como tres días. Jenny no está aquí; anda con su sista esquiando y viendo alces y uatipís (elks, pues). Desde hace meses que me he embarcado en una vida de semiadulta (ama de casa, freelancera vital, escritora, proyectista/idealista). He descubierto que soy una workaholic, también que soy una persona voluble que se enoja fácilmente pero en el fondo soy buena (o eso quiero pensar): jamás le arruinaría la vida a alguien; no soy tan estúpida como para perder mi tiempo y drenar mi energía en joder a la otredad; ya los gobiernos y la crisis mundial se encargan de eso. Así que mis seudosaltitos de grano de arena en la vasta playa, los doy de otra manera.
II.-
Comencé a escribir una novela. Me divierte. Puedo decir que he postergado mis amplias investigaciones del porqué escribo y mis tesis mentales sobre la simulación de una vida que no, para dar paso a la escritura-escritura. Es decir, no cuestionar la escritura (como lo estuve haciendo durante el último año) y simplemente llevarla a cabo. Pues bien, no diré de qué va la novela, sólo que me divierte y que me conlleva a otras investigaciones como muñecas rusas de mi imaginario. Mi novela me hace feliz.
Comencé a escribir una novela. Me divierte. Puedo decir que he postergado mis amplias investigaciones del porqué escribo y mis tesis mentales sobre la simulación de una vida que no, para dar paso a la escritura-escritura. Es decir, no cuestionar la escritura (como lo estuve haciendo durante el último año) y simplemente llevarla a cabo. Pues bien, no diré de qué va la novela, sólo que me divierte y que me conlleva a otras investigaciones como muñecas rusas de mi imaginario. Mi novela me hace feliz.
III.-
He estado leyendo (si leer es un verbo y no una obsesión malencausada) libros de Alquimia, Cabála, Corán, Mística Medieval y Sociología teológica. Digamos que mis lecturas son una búsqueda de fe (como el que lee teorías psicológicas para encontrarse una enfermedad –una plausible enfermedad-). No quiero lynchearme y armar una secta sincretista, mashup de miedos alados: no. Me interesa saber porqué la gente cree. Porque yo creo (quizá): por qué yo creo: porque yo Creo. La diferencia es un acento, una cuestión y la maleabilidad del verbo creer vs. crear.
IV.-
IV.-
Descubrí que me encanta el concepto hogar. No la casa o mi casa. Sino: hogar. Comenzó con un taller que Jenny y yo llevamos a cabo para Proyecto Cívico. Pero luego, dorothesca, pensé y repensé en claquear mis ausentes tacones rojos para gritar (ojos cerrados): there’s no place like home. Leí, en un ensayo sobre Kafka, de David Foster Wallace (Hablemos de Langostas) lo siguiente: Que nuestro viaje interminable e imposible hacia el hogar es de hecho nuestro hogar. El caso es que encontré, si no ese viaje mencionado por Foster Wallace, sí una nueva obsesión: la movilidad, lo orgánico: quiero una casa móvil: una traila. He estado investigando acerca de costos, modelos y veinte mil etcéteras sobre dicho concepto. Arquitectura rodante. Quiero, deseo y añoro el momento de empezar a construir mi hogar tortuga que va conmigo cuando quiero y a donde quiero. Diseñaré una parte de mi casa con una caja seca de trailer repartidor de leche, le haré un hueco grande que será una ventana y lo pintaré de plateado, Barbarella mood y afuera pondré unos flamingos (en honor a Waters), le haré una cerca efímera y pondré una hamaca amarrada de dos postes que pienso enterrar en el patio donde leeré y tomaré el sol al mismo tiempo. Claro, no tengo dinero. Pero he estado ahorrando… ideas. Cuando tenga dinero, iré directamente a la fábrica de leche para comprarles una caja seca y vieja y comenzar el proyecto en algún patio o terreno o parking o lo que sea.
V.-
Mi novela es sobre mi nueva pasión.
VI.-
VI.-
Compré la bici de mi exvecina Aisslin. Debo confesar que su bici siempre me gustó. Verla ahí, guinda y reluciente con manubrios de cuernos de toro, humillaba mi andar en la bici roja que con el paso de los meses y las brisas era más breve de hierro porque la sal se la estaba comiendo. Me vendió su bici y yo obtuve ganas de volver a andar en ella todoslosdías. He estado arreglándola y cambiando partes de tres bicis para tener sólo dos y hacer otra para Paty. Y así que en nuestro comunismo sobre ruedas toda la periferia tenga una bici. Además la bici es un cierto tipo de ejercicio que no ofende a mi intelecto y necesito ejercitarme y no ofenderme. Disfruto andar con mi hermana en la bici, por la playa y de la manera más básica jugar a esquivar las olas y andar por un camino de espuma. Me encanta mi bici “nueva” y la vieja pero no puedo dejar de admirar la de Marcella: OMG. Yo no manejaría esa bici, sólo la tendría en la sala de mi casa para verla.
VII.-
Nunca había pensado que ver algo repetidas veces me haría feliz. Es decir, no el ver a la persona amada, no me refiero a eso. Sino el ver una cosa durante mucho tiempo para comprenderla. Tampoco es observación (quizá sí pero no me gusta decirlo ciencia sino intuición). Más bien creo que es mi pésimo intento de Síndrome de Sthendal de admirar algo que no soy. Me gustan las anémonas parásitos. Vivo cerca de una playa con rocas que albergan a estos serecillos que me encantan. Las veo y las veo y las veo y no puedo dejar de pensar en qué estarán pensando. Es decir, sé que no piensan, sólo actúan como mejor les conviene pero imagino muchas cosas cuando interactuamos de semiadulta a anémona. Se pegan a una roca y se alimentan de lo que les cae, se travisten de pedacitos de conchas y no andan por el mundo, sólo están.
VIII.-
VIII.-
Mi hermana está aquí. Y yo no me he bañado en como tres días. Jenny no está aquí; anda con su sister esquiando y viendo alces y uatipís (elks, pues). He comenzado a escribir una novela sobre el concepto hogar. Sobre los destinos móviles: los aquís que siempre son aquí, donde yo estoy. Digamos que me creo mi novela porque yo creo mi novela. Mi novela me hace feliz. Mi novela es aquí.