Thursday, February 25, 2010

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Y entonces le reveló que en su vida pasada no fue más que un personaje de ficción de un cuento jamás publicado.

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Proverbio chinesco

Tuesday, February 23, 2010

El colegio privado de monjas en el que estudié

Fue la escuela secundaria número 37 Profesor Rafael Cubillas de León, que se ubica sobre la calle San Bernabé en la colonia Morelos en Monterrey, donde se dio el reporte.

Monterrey, NL.- Un conserje de una escuela secundaria al querer abrir las puertas de este plantel, se percató de que al parecer un artefacto explosivo estaba en el área del estacionamiento.

Fue la escuela secundaria número 37 Profesor Rafael Cubillas de León, que se ubica sobre la calle San Bernabé en la colonia Morelos en Monterrey, donde se dio el reporte.

Al lugar arribaron elementos de Protección Civil, Bomberos y la Policía Ministerial quienes acordonaron el área, mientras que peritos acuden a investigar.

Los alumnos y maestros tuvieron que ser ingresados por otra puerta y se les recomendó no acercarse a la zona.

Fueron más de 40 minutos los que se tardaron elementos de servicios periciales en llegar al lugar y en menos de cuatro minutos fue retirada y llevada al laboratorio de periciales para determinar qué tipo de granada es.

Con información de Ángel Moreno.

Monday, February 22, 2010

Un gran regalo (al menos para mí)

es que una de mis bandas favoritas, los peterburgueses de Messer Chups, toquen el tema de entrada de mi serie favorita de tv: Twin Peaks. Todo esto en un pub en Moscú, llamado: Gogol. Ese es un instante de los segundos antes de morir. Messer Chups, tocando la entrada de una serie noventera del maese Lynch. Oh, my!











Ihttp://www.gifanimados.com/amor/Corazones_Latiendo/anat17.gifit

Thursday, February 18, 2010

Tuesday, February 16, 2010

Don't tell my mother that I'm in Balkans / No le digas a mi madre que ando en Los Balcanes



Si usted, como yo, está interesad@ en la complejidad político-religiosa de la Europa del sureste, no deje de ver el especial de Don't tell my mother... en Los Balcanes. Enjoy!

Tuesday, February 09, 2010

the part of me that knows i never cared for being cool

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Estoy enamorada. Sí, muy enamorada de Kimya Dawson. She's too cute! Le veo su carita, escucho su voz, su sonrisita llena de piercings, sus tatuajes en los brazos, su cabello súper duper cool y mi parte más infantil la quiere meter en una caja de zapatos con huecos para que pueda respirar. Precisamente hoy que hablaba con Jenny sobre la gente cool y la gente uncool en las periferias vitales, mencioné, con la retórica de Homer en el episodio de Hallapalloza, que soy cool porque nunca me ha importado ser cool, entonces eso me vuelve cool, al menos para mí, la subjetividad perspectiva de a quien le importa mi rango de coolness: YO.
Y Pe-riod.
Por eso Kimya. Porque amo su voz, porque me encanta su sentido del humor, sus juegos de palabras. Porque no importa que se haya hecho famosa y comercial con una peli clasificación B, porque she does not care if she's cool, that's why she's super duper cool.
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the part of me that knows, i'm really scared of being cool

Monday, February 08, 2010

mini realidades de Macro Ficciones

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A pesar del intenso calor afuera de la casa, percibió la fresca ligereza del viento del norte en su antebrazo. Su padre atendió a la puerta -¿qué se te ofrece? -soltó sin mirarle a los ojos. El hijo, que cargaba un preservativo anudado (con su propio semen), extendió la mano y le dijo: Toma ¡Ya no te debo nada! Caminó hacia el norte para sentir la frescura del tramontana en el rostro, mientras pensaba que el título de ese cuadro en el que aún trabajaba, sería perfecto con el adjetivo especificativo Gran: El Gran Masturbador, se escuchó decir en voz alta e imaginó el gesto de su padre al cerrar la puerta.


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Saturday, February 06, 2010

believe it or not!

tengo el excepcional don de sorprender a la gente cometiendo actos ilícitos. Y, aunque nunca hago el intento por detenerlos (me quedo congelada en el mejor de los casos, en el peor ni me doy cuenta, generalmente me estoy sacando los mocos), dejan de hacerlo en cuanto los veo. La mayoría de las veces se me olvida, a menos que haya sido un intento de daño contra mi persona. Pero por ejemplo, recuerdo aquélla vez en que un güey me venía siguiendo en bici hacia la casa; era mi etapa antibettyfor, así que estaba bastante drogada. Por precaución, al entrar a la casa, me quedé en la cocina. Tomé el cuchillo cebollero. Esperé apenas unos minutos para escuchar los rayos de la bici de cambios al estacionarse, luego el crujir de hojas secas sobre la banqueta; el pasador oxidado de la puerta. Su nariz apenas cubierta por la visera de una lugarcomunesca gorra de los Yankees. Mi rostro encendido (cuando estoy borracha o drogada generalmente no me importa el efecto de mis acciones -como a todos), el cuchillo cebollero indiferente (¿qué diferencia puede haber entre cortar cebollas o filetear la piel estomacal?, pareciera que pensara -si las hojas de acero inoxidable pensaran) en mi mano. La pregunta: ¿qué chingaos quieres, puto? La respuesta: una respiración entrecortada por la adrenalina. La insistencia: ¿qué quieres, hijo de tu puta madre? La respuesta: la misma. Mis pasos agigantados y rápidos adjunto el grito: ¡maaaaaaaaaaamaaaaaaaaaaaaaaá! El trastabilleo de mis converse corriendo tras él. Mi madre en bata: ¡déjalo, mijita! Un hombre que corre en medio de la avenida que me vio crecer. Yo que enseguida tomo su bicicleta por el cuadro y la cargo con la energía en abonos prestados por la cocaína: ¡llévate tu puta bicicleta, mínimo! Un hombre que corre y se pierde entre el asfalto solitario de la avenida principal de cierto barrio. Mi madre tras de mí. Yo con una chatarra de bicicleta entre las manos, entrando de nuevo a la casa. La guardo en el patio, expectante de que el güey regrese. Y nunca. Mejor el oxígeno y las reacciones químicas sobre el esmaltado color rojo fuego de la bici (con los años). Luego alguno de los primos gandallas se la llevó. Y yo dejé el cuchillo cebollero sobre la barra del fregadero. Y con ello los punzocortantes, fieles compañeros de mi don.
Después de vivir en una playa de la que David Lynch debería ser el director/alcalde, en una ciudad como Tijuana donde el ulular de las ambulancias y patrullas es el soundtrack común (agregándole, sin orden de importancia, que vivo a la vuelta del SEMEFO), mi don, de tanto se ha medio averiado o confundido. Balaceras, muertitos envueltos en cobijas, robos, persecuciones y un etcétera de lugares comunes en esta Suave Patria. Pero hoy, esta aún noche de viernes lo escuché a menos de cien metros reducir la velocidad de su voyager blanca. Estacionarse afuera de mi santuario-hogar. Lo escuché apagar su motor afuera de mis aposentos. Y yo, irredimibles células en fin de semana, dispuesta a continuar la disciplina de este oficio, cargada con tres caguamas victoria y una laptop en mi humilde rincón de escritriz que, afortunadamente, da hacia la calle: lo vi. Vi sus ojos redondos y lo escazo del cabello en las sienes treintañeras. La blancura de su piel marcada por el acné juvenil. Lo vi introducir un metal (llámese llave, alambre o desarmador) en la cerradura de la Bestia Verde (la camioneta de mi Jenny); me asomé por curiosidad, por instinto y lo vi. Maniobraba incómodo desde su asiento de piloto. Mi silueta enmedio de la ventana, observándolo, en una mano un vaso de cerveza, en la otra un cigarro. Me miró iluminada por la pantalla de la computadora en una límpida página de word. ¿Qué quieres, puto? alcancé a insinuarle. Y contrajo la mano con el metal y sus ojos, al tiempo que le repetí con mi rostro completo: ¿qué chingaos quieres, pendejo? Y la voyager arrancó cuesta abajo. Y yo salí a poner el bastón en el volante, a asomarme como el valiente de la lotería patrocinada por la fermentación genérica de unos granos de cebada. Luego subí a mi rincón de superheroína indisciplinada a intentar enfrentarme con este enemigo llamado office. Una pinche página en blanco a la que no se le sorprende con un cuchillo cebollero ni con un don averiado.

Monday, February 01, 2010

good good things happen in bad towns: runaway

estábamos ahí. en una ciudad que no es más mi campo semántico. tapadas con suéteres en la banqueta del estacionamiento de un aeropuerto vacío. con una cajetilla de marlboro fresh y una botella de agua para compartir. estábamos sin más que dinamitar el tiempo con diálogos de caricaturas de la warner brothers. imaginando lo que haríamos al día siguiente cuando cada una llegara a su respectiva ciudad. de vez en vez nos acomodábamos la espalda cuando el cuerpo cosquilleaba. ella maldecía la aerolínea y a veces sonreía por el recuerdo del concierto al que fuimos. yo pensaba en las situaciones los contextos el destino. en si supiera premeditadamente que todo esto ocurriría y tuviera la posibilidad de elegir. escogería lo mismo. sin duda. un viaje de epifanías no tendría un mejor cierre que esperar catorce horas vagabundas en el aeropuerto. el deseo es un motivo. por eso el discurso budista falla. nadie que elimine el dolor para ansiar la iluminación puede cancelar el deseo. las ganas los motivos. mis horas de cara brillante por el sudor matutino. y la voz pendeja y chillona de la aeromoza por el megáfono: atención pasajeros cuyo destino es tijuana. sin embargo estábamos ahí: torpes samuráis intentando matar lo imposible con pistolitas de plástico. con nuestros crudos atuendos de quien no se ha bañado en días.