Hace algunas semanas me preguntó si éramos mejores amigos. Le respondí que sí, sin pensarlo. Le enseñé cómo hacer serigrafía y juntos imprimimos algunas cosas, luego revelamos una pantalla con imágenes que a él le gustan: un símbolo de anarquía, un humanoide con cabeza de ojo, una batería, su nombre y una calavera. También le regalé una batería eléctrica que hace mucho ya no toco. Platicamos de episodios de Los Simpsons y me contó algunas cosas que yo ignoraba sobre la serie. Hablamos de caricaturas y de música punk, de sus clases y de literatura. Le relaté mis mejores cuentos, las ideas que aún no he escrito. Sonreía y me preguntaba si eso era cierto o me lo había inventado. Le dije que todo era cierto, al menos en mi mente.
Hoy paseamos por la playa. Le hablé de criptozoología y discutimos sobre animales reales y mitológicos. Le mostré cómo tocar el centro de una anémona parásito sin dañarla y sin ser atrapado por los pétalos carnosos. Comimos tacos de pescado y hablamos de Tim Burton y nuestras pelis y personajes favoritos, le dije que debía leer a Leonora Carrington. Caminamos por los pasillos de uno de mis lugares favoritos en este mundo: una segunda. Tomamos algunos juguetes, vimos peluches y herramientas, trastes y ropa y salimos con las manos vacías, cansados. Bebimos jugo de coco, le expliqué porqué no me gusta su sabor. Me dijo que My Chemical Romance era una de sus bandas favoritas; le respondí que compré su primer disco y después ya no me parecían tan suaves y él me recomendó este video: Gerard Way se ve súper cool con el cabello rosita, deberías verlo, remató con una sonrisa. Y yo llegué a casa para buscarlo en youtube, pues eso, pensé, es lo que hace una mejor amiga.