Pasarían
años antes de que volviese a ver una película en formato VHS. Iba a decir que
la última vez fue en la facultad, pero ahora que recuerdo fue en 2007, Winged
Migration. Hoy volví al VHS. Y fue más por condición que por nostalgia. Desempolvar
el armatoste que la procastinación aún conserva en una caja-museo de reliquias tecnológicas
(televisión incluida), y rogar que funcione. La causa de este arqueológico ritual
de nuestros tiempos: una película. No cualquiera, sino una que mereciese tal
parafernalia. Un VHS prestado de la biblioteca.
A Hora da Estrela
(1985), de la directora brasileña Suzana Amaral y basada en la homónima novela
de Clarice Lispector. Además de la recomendación y la siempre recurrente curiosidad
de ver una película basada en un libro que disfrutamos, la deuda lispectoriana
fue determinante. Ella no alcanzó a ver esta película y quién sabe si le habría
gustado. A muchos escritores no les gusta la traducción al cine de sus libros.
Y, aunque la película es buena, tuve mis issues lectores. Pero eso es más bien
un déficit en mí, las películas basadas en libros eso son: una obra basada en
otra obra. Habrá focalizaciones, prosísticas, técnicas, guiños intraducibles
que deberán adaptarse al lenguaje del cine. Colocar la cámara en tal lugar para
que la luz cree esa textura atmosférica de una epifánica corriente de
consciencia. Distinto el golpe, igual su fuerza. Me pregunto cómo habría sido
verla sin tener a Macabea en la información de mi cuerpo. Y concluyo en que la
disfrutaría más. Mientras que la Macabea de Lispector es más destinal (metadiegética-paródica,
una personaje creada por un personaje-narrador que es escritor y narra que
narra), la de Amaral es consecuencial, moral y más simple. Las situaciones de
Lispector son irónicas, las de Amaral tristes. Me gustó la peli y sería injusto,
pese a la obvia relación y la consecuente comparación, medirla con el plano
lispectoriano (como el cartesiano, pero el de Lispector es el positivo de una
fisura). El papel de Macabea es interpretado por una excelente actriz, Marcélia
Cartaxo (Madame Satá) y su carita kind le da un plus de ternura. Vale la pena
verla, sobre todo para quienes han leído el libro; creo que incluso vale más la pena
verla si no han leído el libro y quizá ello sea consecuencia de una postrera
lectura.
La neta es
que yo estaba muy contenta: 1.- de verla en VHS y tener que sacar ese armatoste
especial para activarla. 2.- de reconocer personajes. 3.- de comparar
situaciones. 4.- de ejercitar la memoria y buscar la referencia después, en la
novela. 5.- de esa eufonía del portugués. 6.- de la calidad de la cinta en una
película que detallaba que, previo a esta última salida, otras cien personas la
habían visto (o al menos la sacaron prestada) y que las huellas fuesen
audibles-visibles en los saltos, el hiss o el escurrimiento sonoro de una parte
de cinta magullada. 7.- de volver a “escuchar” Una furtiva lágrima de Caruso y 8.-
de ver una película que estaba como pendiente antes de que terminara el año.