NO.
Y no es que dude que Banksy haya estado en el lugar. Pero me sorprendió ver esta señal de la PGJE (muy cerca, a unos metros) intervenida por unos graffitteros. Y pudiera decir que sí, que efectivamente el o los artistas Banksy intervinieron un espacio tan políticamente desahuciado como lo es Rosarito o más en general el norte de La Baja. Aunque he intentado estar en el lugar sin la nostalgia que conlleva la postura extranjerista (ésa en la que te enajenas topográficamente y comparas todoeltiempo el antiguo lugar) y he vivido mi cronotópico percibir, no puedo dejar de pensar en la seguridad; no en la seguridad que conocemos como La Seguridad de un espacio físico, sino en la seguridad propia. Cuando caminas por la calle sin la paranoia de que la muerte más estúpida te espera a la vuelta de tu casa (léase "la muerte más estúpida" como una bala perdida que te atraviesa la mejilla al instante). Es verdad. Aunque me encanta Rosarito y todo su freak show de neblina mexa, las historias realistas mágicas, el darky mood de los oficios, la arquitectura reciclada, los objetos mutantes y el mar (sobretodo, el mar), no puedo dejar de pensar en la gran ola de violencia que se ha fermentado conforme los meses.
Si bien, nunca me había afectado y veía la narcocultura y la violencia como mero exotismo playero, en los últimos meses me ha friqueado de sobremanera leer los encabezados de los periódicos que no compro. Siempre en letra bold roja, anuncian, cual chisme farandulero, la vida de los narcostars; cuántos han muerto, cómo los mataron y obviamente una fotogore pixeleada. Me llegué a dopar de toda esta inhumanidad, yendo y viniendo en bici, caminando por la playa, comiendo pescado y langosta y jaibas, escuchando playlists guapachosos, ensalzando mi vida de heroína autoexiliada en el Pacífico mexicano, exotizando cada piedra y cada bache, pensando que el crimen organizado (prefiero, a estas alturas, un crimen desorganizado, tal vez sería más sano) no les afecta a los civiles, ni a la gente que leemos todoslodías y procuramos llevar una vida más o menos libre de daños a la otredad y de vez en cuando comemos cosas orgánicas y nos bañamos y lavamos nuestra ropa con jabones biodegradables. Pero sí. La vulnerabilidad no desdeña a nadie.
Leía los encabezados, escuchaba las charlas en el colectivo, en el supermercado, en fiestas, trabajo, restaurantes: todos; todo el mundo sin otro tema del cual hablar que no fuera un vecino, un amigo, un pariente, un loquesea muerto, herido o secuestrado. La paranoia estaba en las miradas de quienes van al súper: compran sin ver nada más de lo que necesitan y salen: así. Los coches vecinos detenidos ante el semáforo en rojo, viendo por las comisuras oculares el auto a su lado, con el temor de una punta de pistola nomás porque sí. Los más pequeños, sin la total concepción de sus pueriles mentecitas, jugando a ser narcos o sicarios con cuernos de chivo de plástico, matando a un antagonista que en su significado lleva la etimología sociedad.
Cada vez que hablo con mi mamá o mi hermana les digo que no se preocupen que todo está bien. Ellas escuchan las noticias nacionales que Rosarito no sé qué; escuchan el término encobijado, balas, esquirlas, tambos con ácido y piensan y preguntan. Les digo que no, que no, que aquí no. Luego cambio el tema por unos delfines que salieron muy cerca de la playa mientras yo en la bici dominguera; les cuento mi antítesis desértica del sonido de las olas nocturnas y la luna que se esconde justo en la línea donde se unen el mar y el cielo. Es decir: todobien.
Pero ya no tanto. Trabajo en una preparatoria. Convivo con personas en proceso de adultéz. Es un empleo que a pesar de mi negativa prejuiciosa, disfruto (a lot). Nos convertimos en un cotidiano lindo/retroalimentativo. Les enseño a leer literatura, arte, dónde y porqué van las comas y los puntos y los puntos y comas, pluscuamperfectos, procesos comunicativos, cuentos, minificciones, poesía. Les enseño lo que sé. Lo que imagino que deberían saber a sus dieciséis. Pero ayer, una de mis alumnas traía un póster de un chico; en mi ingenuidad, pensé que era alguno de esos íconos teens locales, o algoasí. Me dijo que era uno de sus mejores amigos, Erick, que había muerto balaceado por unos sicarios el día anterior: por error. Debajo, en números blancos y mal impresos se leía: 1990-2008. El pecho se me hizo líquido. ¡Fuck! el morrito tenía diecisiete:
Sí, Profe, fueron unos sicarios, él estaba por su casa, con dos amigos, llegaron en una troca y le dispararon, cuando el chofer se bajó, le quitó la gorra y dijo nervioso: la cagamos, éste no era, dale, güey, vámonos de aquí. Eso fue lo que declararon sus dos amigos, que al detonar del arma corrieron a esconderse tras unos autos estacionados. La escucho y veo que me muestra la imagen que mandó ampliar para su funeral.
Unos minutos antes, en mi otra clase, mientras explicaba qué es un texto y para qué sirve la comunicación escrita, cuando escribía su definición en el pizarrón, escuché algo así como el escape de un mofle (o un poco más profundo). A los pocos minutos, el sonido de muchas ambulancias y
tod@s hablando del nuevo muertito. En mi ingenuidad, los hice callar varias ocasiones, mencionando que sólo había sido un coche descompuesto, un accidente, quizá, para alejarles las miradas de las ventanas y reubicarlas en mis definiciones. Después llegó una maestra, secretaría del director para decirme que hubo balazos en la comandancia, a unas cuadras de la escuela. Los calmé, les dije que estábamos seguros en la escuela, que a nosotros no iba a pasarnos nada. Cuando llegué con mis alumnos de Introducción a la Literatura,
tod@s estaban asustados, mencionaban que tal vez morirían por algún error de cálculo en los tiradores. Hice un parétensis antes de hablarles de Octavio Paz. Les recordé la duda cuando iniciábamos clases: ¿para qué sirve la literatura? ¿para qué sirve el arte? ¿es importante para la sociedad? Les dije que, precisamente, ESTO, nos serviría para evitar ESO. Luego expliqué la palabra Humanidades. El término humanista. El mundo, la filosofía, el género, la narrativa, la poesía, la sociología, los análisis discursivos, la antropología, la historia... les dije que nuestras horas a la semana eran citas para descansar de todo
eso. Que en mi clase no hablaríamos del narco y la violencia, sino de cómo evitarlo y que cuando alguien tuviera una opinión acerca de los efectos del crimen organizado, iba a comentarlo, sólo para dar una esperanza o sugerencia de cómo evitarlo.
Hablamos de los surrealistas, les conté sobre el onirismo y las cucharas de peltre. Al final, nos acompañamos
tod@s al parabús. Yo pensaba en Breton, en Joyce, Dalí, en el futurismo, las vanguardias, Francia, Italia, México, los manifiestos, El Estridentismo, el arte, la literatura, Monterrey, Rosarito, Tijuana, Cd. Juárez, El Norte de México: México. Pensé en Banksy, en lo social del arte, en porqué intervenimos en porqué y porqué y...; luego tomé esta foto: